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Consideraciones sobre migrar desde la gran ciudad
Hace más de un año y medio vivía en la Ciudad de Buenos Aires, una de las metropolis más superpobladas y urbanizadas de latinoamerica. Hace un año y medio me vine a vivir a un pequeño pueblo en la patagonia, al pie de la cordillera de los Andes y a la orilla de un río.
Muchos de quienes viven en grandes ciudades se han planteado al menos una vez en su vida el mudarse a algún lugar alejado, natural y paradisíaco. Bosques frondosos, montañas nevadas, playas soleadas y lagos tranquilos se presentan en las fantasías de aquellos que, cansados del agitado ritmo urbano añoran un cambio. Si bien este sueño es más facilmente alcanzable de lo que muchos creen, implica varias consideraciones a tener en cuenta, y no necesariamente la realidad se ajuste a las expectativas de todos. Dependiendo del el caso, no toda gran ciudad representa una distopía, ni todo lugar natural un paraíso.
El costo y el valor de vivir en el lugar soñado
Muchos se van de vacaciones sus 15 días al año a algún lugar hermoso y piensan «¡Qué bueno sería vivir los 365 días acá!» Tal declaración tiene algo de cierto, pero con importantes puntos a considerar. No es lo mismo pasar 2 semanas en un lugar que pasar 1 mes, 3 meses, o la vida.
Un cambio de entorno es un cambio de vida. Muchas cosas a las que quizás estabas acostumbrado van a cambiar y requeriran una adaptación. Quizás en gran medida eso sea algo bueno, aunque en otros aspectos también puede resultar incómodo, aunque sea temporalmente. Depende mucho de la rutina a la que estés acostumbrado y las características de tu lugar soñado. Es un intercambio; extraño los cines, pero no extraño viajar una hora todas las mañanas en colectivo. Pero hay cambios más fundamentales que resaltan entre los demás.
La distancia de familia y amigos
En uno de nuestros artículos más leídos «Estar lejos de casa» la autora habla de los desafíos de una estadía prolongada lejos del hogar. La mayoría de los comentarios de lectores en ese artículo menciona algo en común; la distancia de la familia. El ser humano es una criatura innatamente social, y se nutre naturalmente de las relaciones con su familia y amigos. Si bien las tecnologías de hoy en día nos permiten mantenernos en contacto e incluso relacionarnos a distancia, nada se compara al cara a cara y a la calidez del tacto, de un abrazo sentido. El cambio de lugar trae consigo la lejanía física de la familia y de los amigos a quienes estabamos acostumbrados, y eso es un tema importante a tener en cuenta.
Hay otras circunstancias, sin embargo, donde muchas de esas mismas relaciones de familia o amigos se han vuelto un detrimento para el bienestar y crecimiento de la persona. Por ejemplo una familia con actitudes abusivas, o un grupo de amigos que lleva por el mal camino incentivando a un vicio o una adicción. A veces el mudarse a un lugar distante propicia un mejor estado de salud emocional o mental.
La cultura diferente
Vivimos en un mundo bastante cosmopolita y al mismo tiempo globalizado, lo cual provee un estandar cultural aproximado y aceptable en todas partes. Sin embargo, existen grandes variaciones en las costumbres y formas de ser de la gente incluso dentro de un mismo país. Esto puede verse reflejado en algo tan sencillo como saludarse con un beso o estrechando la mano, o en cuestiones más complejas de discernir. Es necesario prestar especial atención y ser conciente de algunos códigos y costumbres que a menudo pasan desapercibidas para el turista pero no para el habitante.
La belleza de lo natural
Para aquellos que son atraídos lejos de la ciudad la principal motivación por lo general es la siguiente: Se encuentran estresados y cansados de la vorágine y el ritmo de la gran ciudad.
Hay quienes teorizan que muchas de las patologías que protagonizan el último siglo se deben principalmente al cambio súbito que se produjo a nivel evolutivo en el habitat del ser humano. Estando acostumbrado desde hace miles de años a vivir en contacto con la naturaleza, el hombre paso a vivir de pronto en un ambiente casi plenamente artificial y con una alta concentración poblacional. La misma teoría es la que justifica nuestra atracción innata hacia los bellos paisajes naturales; es la nostálgica añoranza al contacto con lo natural.
Sin duda alguna en mi experiencia personal puedo decir que esa migración del urbanismo hacia lo natural ha rendido sus buenos frutos. Nunca me sentí cómodo en grandes conglomeraciones de gente, llegandome a sentir muy mal cuando tenía que estar en un subte o en un colectivo repleto de gente. No me agrada el tráfico y el atestamiento de gente del microcentro y las grandes avenidas. Siempre busqué en la urbe gris pequeños oasis de verde; sea una plaza, un árbol o un cuadrado de pasto o musgo. Quizás ese efecto gris no se produce en ciudades donde la planificación urbana está mejor desarrollada. Pero hoy en día me lleno de paz al escribir esto contemplando por la ventana las montañas nevadas, sabiendo que puedo levantarme y en 5 minutos llegar caminando con mis perras a la orilla del río o a explorar un silencioso bosque de sauces y álamos. Hay algo indescriptible, casi mágico o divino, trascendente y efímero a la vez, detrás de tanta belleza natural, no solo en lo visual sino también en los aromas y las texturas. Se siente como que aquí es donde uno debe estar.
El trabajo y el sustento
El principal obstaculo que muchos se ponen a si mismos cuando se plantean la idea de irse a vivir a otro lugar es la fuente de sustento. Ven como algo complicado el poder vivir y trabajar en un lugar hermoso. Quizás se dicen a si mismos «Si fuera tan fácil, todos lo harían.» Creo que el verdadero obstaculo detrás de esta excusa es simplemente la comodidad de lo conocido. En muchos aspectos, mudarse lejos es tán fácil como mudarse a la casa de al lado. No requiere grandes elaboraciones legales ni trámites asombrosos. Comenzando por lo más pequeño tan solo se necesita un pasaje de avión o de omnibus. Quizás hay que embalar algunas cajas, mandarlas por encomienda y vender algunos muebles. Pero fuentes de trabajo hay en todas partes. Basta tener valentía, ingenio y animarse a improvisar.
En mi caso, siendo diseñador web tengo la suerte de tener una profesión que puede ejecutarse a distancia. Conozco también varias personas con otras profesiones que también les permiten trabajar a distancia con sus computadoras. Pero el manejar la computadora no es requisito para ganarse la vida en otro lado. Cualquiera de los oficios tradicionales como carpintero, artesano o maestro pueden hacerse un nicho en un pueblo pequeño. Cualquiera con un discreto capital inicial puede abrirse un local o negocio, ya sea algo tan simple como un vivero de plantas o una venta ambulante de choclos en la playa.
Tengo una anécdota de una amiga quien, vacacionando en un lago lejano se encontró con un ex-novio relajandose en ojotas en la playa. «¿Qué hacés acá?» Le preguntó «Me cansé de programar y me vine a vivir acá, a trabajar rentando canoas…» le respondió.
Quizás la objeción de muchos sea algo como «No se puede vivir de la venta ambulante de choclos en la playa.» Pero por algo se puede comenzar, no persiguiendo el dinero en si mismo sino el formar parte útil de una comunidad. A mi parecer la felicidad no llega apuntando a la abundancia de bienes materiales sino a encontrar un sentido de propósito; sirviendo a los demás, formando lazos, estableciendose en un ambiente de paz y calidez y ayudando a generarlo.
Un lugar donde formar una familia
Una de las principales consideraciones que tuve en cuenta a la hora de tomar la decisión de migrar, fue mi visión de formar una familia. Una de las ventajas de un pueblo pequeño es ser un ambiente más controlado en términos de seguridad. Aquí se acostumbra a dejar la puerta sin llave, y a mandar a los chicos a comprar al almacén o a jugar en la plaza.
Quizás el éxodo conlleve ciertas dificultades temporales, pero es un esfuerzo que puede rendir frutos positivos en esta generación y, si Dios quiere, también en las futuras. Espero que cuando mis hijos lleguen, sepan apreciar y disfrutar el haber nacido en un lugar tan hermoso y armonioso, en contacto con lo natural. Y si deben descender a la gran ciudad, aunque sea temporalmente, me esforzare por prepararlos lo mejor posible para enfrentarse a un habitat muy diferente, y a sacar el mejor provecho de ello.
Hola,
Quisiera un punto de vista de usted.
Tengo 21 años y me mude a la ciudad, ahi es muy diferente y es muy agitado, pero lo hize para trabajar y ahorrar, aunque pienso que tambien podria trabajar en el lugar de donde vengo, todo para sentir el apoyo de mi familia, porque actualmente la casa en donde.me.quedo es muy incomodo porque nisiquiera son mi familia, necesito ideas porfavor si quedarme o regresas, gracias.
Susana
20 octubre, 2016 a las 0:56
Hola Susana. Es un tema difícil. Supongo que tendrás que poner todas las variables en la balanza para decidir que es realmente lo que querés hacer. Evaluar las razones que te llevaron allí y contrastarlas con lo que conocés hoy. Y si no hace mucho que estás en la ciudad, quizás pensar en intentar aprovechar un poco más tu estadía, a ver si encontras otras cosas positivas. Y si se te hace muy difícil, pues bueno, ya sabrás que camino tomar para estar bien.
Lucas Randazzo
23 octubre, 2016 a las 12:41